domingo, junio 05, 2005

Capítulo dos: El concierto



A las 22:15 horas y después de una sabrosa cena nos dirigimos a la Casa da Música, situada en la rotonda de Boavista. El escenario está a la altura del protagonista y sus músicos: edificio moderno en forma de cubo, de hormigón, de esos que gustan tanto a los arquitectos. El Primo gozaría como un enano. Y he de reconocer que a mi también me gusta.

Mientras espero en la cola para poder entrar echo un vistazo a la gente, para hacerme a la idea de qué es lo que se cuece en esta ciudad. Lo que más me sorprende es la escasez de "modernos" y el número de carrozas y de abrigos de visón. Y eso que hace una noche estupenda! Es lo que pasa cuando un concierto se organiza en un sitio como este, que se convierte en un acto social. Antony encantado de la vida. Pasen por caja!!

En principio el concierto estaba programado para la sala dos, pero dada la afluencia de solicitudes de entradas resolvieron pasarlo para la sala uno, la más grande. La primera sensación es muy buena. Rápidamente uno piensa: "aquí se tiene que oir música de putísima madre!". La única pega: las butacas no están pensadas para una persona de metro ochenta y pico. Un poquito escasa para mi. Por lo demás, cinco estrellas.

Salen los músicos, sin el protagonista. Un violín, una guitarra, chelo y bajo fender. Como introducción una preciosa interpretación del guitarrista, digna de lo que vendría después.

Sale Antony y se cae el auditorio. Con la misma ropa que llevaba en la cena: pantalón y camisa negra. Sólo cambia que se ha quitado la visera dejando al aire una larga cabellera negra. Se sienta al piano y nos regala "My lady story", probablemente la mejor canción de su segundo disco. Y ahí entré en extasis y no salí hasta el final. Podría decir millones de cosas pero sobran. En directo es mejor que en estudio. Una pasada total. Y al final, en el primero de los dos bises que dió nos tocó "Candy says" de su amigo y descubridor Lou Reed. No podría haber sido mejor.

El 21 de julio toca en Santiago de Compostela, en la Plaza de la Quintana. El que se lo pierda ya puede tener una buena excusa.