El arrogante geniecillo
Este joven barbilampiño que se hace llamar Patrick Wolf ("me cambié mi apellido original, Apps, por Wolf: hice la transición de chico a lobo") viene dispuesto a comerse el mundo. Con tan sólo 21 años y dos brillantes discos en el mercado este londinense inadaptado no se corta un pelo: "No me hables de los Smiths, jamás han sido una influencia. Su música me parece de lo más banal". Toma ya! Si esto lo dijese otro igual me moría de la risa.
Pero la verdad es que este lobo urbano sabe lo que se hace. En su primer trabajo, "Lycantrophy", sorprendió y en "Wire in the wires" no deja lugar a dudas: un nuevo genio busca su lugar en la gloria.
Mezclando sonidos e instrumentos tradicionales (violas, ukelele, percusiones) con obsesivos y minimalistas ruiditos electrónicos de toda clase (se puede decir que ha nacido el "folktronic"?) nos canta sobre la búsqueda constante de la libertad que él mismo define como "no acomodarse, no buscar la seguridad". Y lo hace brillantemente. Apúntense este disco porque sin duda figurará a final de año como lo mejor que habréis escuchado.
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PATRICK WOLF
WIND IN THE WIRES
El mejor disco del pop británico del 2005 no vendrá de ninguna banda de guitarras dispuesta a plantar cara a The Strokes sino del alevín del pop melodramático londinense. Tras el expansivo “Lycanthropy” Patrick Wolf entrega un segundo disco en el que lejos de dejarse llevar por el brillo de los neones de la gran ciudad, da cancha a su vena campestre y se refugia en violas, guitarras, acordeones y pianos.
Tras la inicial “The Libertine” un engañoso (y brillantísimo) comienzo en el que el bombo nos incita al baile y nos sitúa en las gloriosas coordenadas de su primer Lp, la reflexiva “Teignmouth” nos traslada en el tren nocturno a las brumosas costas de Cornualles y allí nos quedaremos para escuchar, sin poder pestañear hasta el final de “Lands End”, las historias de Wolf. Historias de fantasmas, de sueños, de pájaros que buscan la libertad sobre el mar, historias donde el viento azota el tendido eléctrico, donde los jóvenes se enorgullecen de sus contradicciones (magnífica “Tristan”: “soy la víctima / y soy el asesino”) cantadas con un aplomo y una convicción (y un cierto ramalazo lujurioso también) impropias de un chavalín como Wolf. Si a los veintiún años ya estamos hablando de madurez es que nos hallamos ante algo muy serio. Tanto como si Morrissey o Marc Almond cambiaran sus camisas de lamé por jerseys de lana Shetland. Palabras mayores.
Autor: Half Nelson
Sacado de mondosonoro.com
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