martes, junio 19, 2007

"Monk " - Laurent De Wilde (Alba Editorial)



Acerca de la sección rítmica:

"Cuando bajamos una calle en pendiente una noche de verano después de haber tomado unas copas, es muy habitual que nos vengan ganas de cantar. Es casi automático: aliviados momentaneamente de la gravitación universal, el andar se nos hace fácil, las preocupaciones se alejan y entonces cantamos. Lo que nos llega al alma: si la calle resuena, suena a ópera; si la calle es sombría suena a jazz; y cuando estamos muy borrachos a The Beatles.

Esta sensanción de levedad natural y fecunda, cuando la vida resulta sencilla y todo suena afinado, es la que más se acerca al bienestar que procura una buena sección rítmica. Una mala sección rítmica: pendiente que hemos de subir, en este caso, con un paquete pesado debajo del brazo, cuidándonos de no resbalar sobre el pavimento desigual, empapado por una llovizna traicionera. Una rítmica aceptable: calle plana flanqueada por plataneros en fila donde avanzamos a buen ritmo hasta el final del paseo.

(...)

Nada más divertido y emocionante que este matrimonio forzado entre el bajo y la batería, los dos instrumentos más voluminosos (portátiles, a parte del piano) de la orquesta. El tamaño comporta toda una filosofía. El bajista y el baterista, cuando van de gira, piensan en grande: billetes especiales, asientos suplementarios, escaleras, puertas estrechas, temperatura (el bajo se puede resquebrajar como un zapato viejo si hace demasiado calor y humedad, o rajarse como un leño si hace demasiado frío). Así pues, forzosamente, se crean vínculos, por así decirlo. Entre grandes. Y además, para colmo de males, los bajistas y los bateristas nunca viajan ligeros de equipaje: aparte de sus instrumentos llevan siempre unas bolsas llenas de herramientas, de trastos, de medicinas, qué sé yo, como los bolsos de las mujeres, verdaderas cajas de sorpresas. En resumen, se apañan. Después, una vez que pisan el escenario, cuando todos sus cachivaches ya han sido desembalados y ensamblados con una autoridad que sólo el peso y el tamaño puede conceder, no hay que fastidiar al bajista ni al baterista. Han venido a hacer su trabajo y eso les ha costado muchos esfuerzos y problemas.

Y es aquí cuando se produce el milagro: las luces se apagan, se hace el silencio en la sala, llega ese segundo durante el que nada ocurre y sabemos que al instante después ya será demasiado tarde, que el tiempo está a punto de arrancar, pero en realidad no hay nada, no hay tiempo, sencillamente una promesa, una amenaza de tiempo. Y después, de repente, todo bascula y el bajista y el baterista recorren con una felicidad salvaje la carretera que a cada momento nos acerca a nuestra muerte. Este par de grandes, cuando están en escena, tienen una responsabilidad enorme, aplastante, y por eso se necesitan todas estas piezas sueltas. Nos hallamos muy lejos de la sádica y minuciosa expresión "mantener el compás". Para nada, ellos "hacen el tiempo". No son el tic-tac de la aguja sobre la esfera del reloj, si no una pulsación profunda que desde siempre habita en la médula de nuestros huesos y hace que nos olvidemos del otro Tiempo... Durante un concierto la Pareja se convierte en "maestra del tiempo", y esto no es moco de pavo. Por qué es necesario ser dos como mínimo para hacer el tiempo? Sin duda porque, cuando uno está solo, es más bien su palabra contra el resto del mundo: y eso comporta fanatismo. Cuando somos dos, es el inicio de un reparto, de una fe que se expresa, la fe en un dios que es una pulsación original y que adoramos en esta iglesia que es la música. Hacer el tiempo es una experiencia propiamente mísitica y comunitaria. (...) Es un acto de amor en oposición a la masturbación.

Siempre he creído que todos los ritmos preexistían al hombre y que flotaban, de manera virtual, en cada uno de nosotros. Aquel o aquellos que hacen el tiempo no hacen más que ponerse al unísono con esta frecuencia primordial, es algo así como introducir los dedos en una toma de corriente y no poder sacarlos más. Pues la pulsación flota alrededor de nosotros. Nos bañamos en ritmo. Nacimos y morimos dentro de él. Qué sabio y poderoso aquel que sabe canalizarlo y transmitirlo! Gloria a aquel que nos revela con esta prueba que el ritmo habla dentro de nosotros! All God´s children got rhythm!
"

Laurent De Wilde, músico de jazz (premio Djiango Reinhardt al mejor músico de jazz del año 1993) escribe este ensayo a modo de biografía sobre la vida y obra de Thelonious Monk. Un libro imprescindible para todos los amantes del jazz y muy recomendable para todos a los que les guste la música.

5 Comments:

At 1:39 p. m., Blogger El Gran Mimón said...

El jazz es para pajeros.

 
At 2:00 p. m., Blogger Sr Blas said...

Entonces a ti te encantará, no?

 
At 5:38 p. m., Anonymous Anónimo said...

liles:
Gran Thury, ayer fuí a Coruña a ver el concierto que se daba con motivo de la apertura de la tienda Fnac en Coruña. Disfruté casi tanto de Siniestro Total como de los Happy Mondays, tú sabes quien me podría mirar eso... me preocupa. Eso si, que a tú hermano le llevase el coche la grua 2 veces en 3 días y que nadie sacase a Shaun Ryder del escenario donde yacía ese gordopilo, no tiene nombre.
Otra cosa, el sábado 7 de julio estarás por Oporto? estaremos volviendo del festival de Lisboa y si andas por ahí paramos a hacerte una visita.
3 discos que me parecen aconsejables:
Feist. The reminder
Bright Eyes: Cassadaga
Eskobar: Eskobar (2006)
Estoy de baja que operé una rodilla, así que si vienes por aquí avísame, que le digo que si a todo.
Apertas

 
At 6:34 p. m., Blogger Sr Blas said...

Gran Liles:
Lo tuyo es para que te lo mires, pero desde hace tiempo. El disco de Bright Eyes es buenísimo, de los que oigo todos los días, si señor. Ayer hablé copn Chabi y algo me dijo de una fiesta toga en Baiona a la que tu también ibas. Por supuesto, yo me apunto así que probablmente nos veamos el viernes. El día 7 de Julio estoy en Porto pero currando, que estoy de guardia.
Apertas meu.

 
At 7:00 p. m., Blogger El Gran Mimón said...

No. No me gusta nada.

 

Publicar un comentario

<< Home